El último día del año, la última fiesta del 2013, no empezó tal y como pensábamos que iba a ocurrir; a eso de las 20:00, cuando casi íbamos a empezar a preparar la cena de nochevieja, unos gritos ensordecieron mis oídos. Eran los gritos de mi mujer, viendo a Wallace, tirado en el suelo, gimiendo como un cochino cuando lo llevan al matadero. Bajé corriendo del piso de arriba, y cuando entro al cuarto donde estaban guardados, me encuentro a mi Wallace de esta manera. Intentamos sacarle el trozo de pescado que tenía incrustado en la garganta, (había comido por la mañana las sobras del pescado de la noche anterior del cubo de la basura). Intentamos hacer que sacara la espina de todas las formas, sin embargo, se le cerraba la mandíbula y era muy difícil abrirla, pero teníamos que intentarlo porque se tragaba la lengua. Cogí al perro boca abajo y dándole unos meneos, no se como conseguimos que el perro liberara de su garganta la dichosa espina, sin embargo el pobre animal del esfuerzo se desmayó.
Qué sensación mas indeseable es la de ver a tu mejor amigo, tu compañero, como un cuerpo inerte que no responde al menor estímulo, sin embargo, el animal respiraba, así que solo era cuestión de tiempo que fuera yendo a mejor.
Poco a poco el perro fue recuperándose, comenzó a lamerse el hocico y al poco se puso en pie. Primeramente iba como desorientado y ahí me asusté un poco, al ver al perro andar dando tumbos, pero en urgencias veterinarias me habían dicho que eso era normal y que en media hora tendría que estar bien. Menos mal que así fue, y a la hora ya estaba totalmente recuperado y pidiendo solomillo de la cena.
Buff, que susto al cuerpo para acabar el año....menos mal que todo quedó en eso, en un susto.
Desde aquí quiero daros el consejo de que tengáis los cubos de basura alejados de nuestros peludos, ya que por una simple raspa de pescado casi nos quedamos sin Wallace!
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